El hype de los ositos en la moda
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El hype de los ositos en la moda

Por Maria Molina

Ya bastante curioso es que un depredador gigante y omnívoro sea el juguete de peluche más tierno y vendido de la historia. Mucho más enigmática es su relación con la moda. Cariñoso, inocente, abrazable, de colección, el oso es un ícono de la cultura pop.

Pooh tiene estrella en el Hollywood Boulevard y Ted, el de la peli, estuvo nominado a un Oscar. Los 500 ositos Steiff que Thom Browne invitó a su desfile fueron un acierto y una reflexión: “Ellxs son un relax mental que abraza la felicidad y deja volar las banderas anormales del inconformismo”, dijo Brown. El de Ralph Lauren es una obsesión: “El oso no es un elemento relevante en la moda, pero por algún motivo termina convirtiéndose en una divinidad pop”, contó el diseñador.

This is not a Moschino toy” advierte la remera del peluche que usa la fragancia TOY y está considerada como uno de los primeros ejercicios estéticos de la perfumería.

North Face, que no da puntada sin hilo, recicló su versión “Nupse”. Y Virgil Abloh recuperó del cajón de los juguetes a Doudou by Marc Jacobs. Pese a las dudas de Vuitton, fue y es un fenómeno: recaudó más de 20 millones para la campaña #makeapromise junto con UNICEF y además hay una versión punk estilo Sex Pistols, con cuero negro y e inquietantes ojos en forma del mítico cuadrifolio.

No hay símbolo más poderoso de la infancia que el osito de peluche, genera emociones temporales e inocentes tan necesarias en estos tiempos, algunos con menos acierto que otros. “Hay una tendencia revivir la nostalgia de la niñez -no por nada el Barbiecore- por eso las marcas apelan a él”, dijo Akashi, el papá de los Bearbrick.

¿Será que la oso manía es el mejor antídoto contra la estética algo apocalíptica, sórdida y oscura que propone gran parte de la industria hoy?