Keeping up with Tom Ford
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Keeping up with Tom Ford

Maestro en el arte de provocar. Elegancia, irreverencia, moda y cosmética. Su línea de belleza llega a la Argentina y expande la sombra de un ícono.

 

Text  Matías Tortello

 

Dos sílabas dan nombre a un mito vestido de hombre (¿o un hombre vestido de mito?). Tom Ford. Porte altivo, mirada afable. Traje a medida, discurso empático. Un «hombre solo» de 57 años a quien se le atribuyen genialidades. Porno chic. Multi-dirección creativa. Caballerosidad. Irreverencia. Cosméticos para una generación que toma la elegancia con descaro. Cosméticos que hoy llegan al país con la potencia de su autor. Un enigma.

Antes. Mucho antes de que Mr. Ford lleve las riendas de un imperio desde la cama (su lugar favorito en el mundo) junto a su hijo Alexander John y su Richard Buckley, pareja desde hace treinta y dos años, el ídolo no reside en Londres ni Los Ángeles. Su casa queda en Texas. Ahí nace y crece. Su familia se muda a New México. Adolescencia. Debut actoral. Clases de teatro, publicidades y un pasaje de ida a Nueva York. Historia del Arte, New York University. Más y más comerciales. En pleno rodaje, un peinador le dice que está perdiendo pelo. Alopecia. ¿Señal? Además de pelo, Tom ya viene perdiendo encanto por una profesión en la que debe ser dirigido. Él quiere ser su propio director.

Atrás cámaras. Atrás Historia del Arte. El nuevo hogar de Tom está en Parsons School of Design y Studio 54. De día, Arquitectura y Diseño de Interiores. De noche, fiestas en la disco más custodiada de Manhattan. Ahí se gestan las hélices de su ADN como diseñador. Aunque haya aprendido a idear y decorar casas, su instinto lo lleva a la moda. Portfolio bajo el brazo, se acerca al atelier de Cathy Hardwick. Séptima Avenida. Fashion District.

La leyenda dice que Tom, tímido joven con grandes ambiciones, insiste durante días hasta que Cathy abre sus puertas y le permite hacer historia. La leyenda también dice que la diseñadora obra de Cupido entre su aprendiz y Buckley, trece años mayor. Editor de Women’s Wear Daily. Alma gemela. Al mes, los amantes se mudan juntos y permanecen inseparables.

La timidez de Tom queda guardada en algún cajón neoyorquino. Después de una breve estadía en París a las órdenes de Chloé, y un par de años de trabajar para Perry Ellis en Nueva York, el texano se hastía del «kitsch» yanqui y emprende viaje a Milán. «Los europeos aprecian el estilo», dice. Estilo que necesita una dosis de incorrección.

 

 

Gucci. Una casa familiar prestigiosa pero polvorienta, que confecciona accesorios para la realeza y quiere insertarse en el prêt-à-porter. Ford. Una promesa joven pero intuitiva, que aspira a revolucionar la moda en pos de la evolución. Juntos se potencian y destapan los 90, en equipo con la estilista Carine Roitfeld y el fotógrafo Mario Testino.

Cuero. Sexo. Terciopelo. Sexo. Satén. Sexo. Cadenas. Sexo. Escote. Sexo. Campañas polémicas. Irreverencia. Concepción del porno chic en manos de un director creativo que cambia el destino y cada vez abarca más.

Yves Saint Laurent. Propiedad material del grupo Gucci, desafío creativo del ser Ford. Por más que el propio Yves menosprecie la imagen descarada de la nueva era (mismo Yves que posó desnudo para su propia campaña en sus años mozos), la «fordmula» sigue resultando. Un «hombre solo» al mando de dos gigantes europeos. Un visionario en la cima de una pirámide que él mismo redecoró y que de pronto, se plaga de creative directors. Hot stuff.

Por más polémica que generen las creaciones de Ford, él argumenta: “Nunca me gustó la provocación gratuita. Cuando decidí shootear un desnudo masculino para la campaña del perfume M7 (como lo hizo Jeanloup Sieff con su retrato de Yves Saint Laurent), estaba defendiendo la igualdad entre sexos. Vivimos en una sociedad que usa mujeres-objeto para vender, pero cuando se muestra un desnudo masculino, cunde el pánico. Tenemos que superar ese cliché sexista”.

Nada es para siempre. A sus 42, el multi diseñador corta con la vorágine y encara espejos. De mano. De sol. Retrovisores. Visor. Después de una crisis personal, Ford se reinventa y asume la verdadera dirección de su vida. Con la reputación como llave maestra, conquista los reinos del menswear, los accesorios y la belleza. Al tiempo, womenswear. ¿Punto común entre sus facetas? Excelencia.

Siglo XXI. Marca registrada. Las ideas de Tom Ford se llaman por su nombre. Tanto en el escenario del lujo como en la gran pantalla, donde el ex actor se reivindica y triunfa como director, productor y guionista gracias a su perfeccionismo. Dos películas. Un Hombre Solo y Animales Nocturnos. Ovaciones. La convicción de siempre.

Fuera del cine, las entradas al mundo TF toman diversas formas. Trajes. Vestidos. Accesorios. Cosméticos-joya. Estos llegan al país con ganas de renovar. Perfumerías Rouge. Líneas Private Blend, Signature, Soleil y Lips. Pistas de un creador meticuloso, al día con su presente, quien todavía provoca a fuerza de imagen. Por eso sus campañas solo admiten rostros (y cuerpos) conocidos. Por eso él mismo supervisa cada movimiento de su (otro) baby.

Cómodo tras las cámaras y delante de ellas, Tom Ford conoce su mejor perfil. Y lejos de cualquier ego trip, se dispone a destacar lo mejor en sus seguidorxs. “Si querés hacer algo, podés; siempre y cuando seas determinante”.