Guy Bourdin
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Guy Bourdin

 

La carga erótica de sus fotos hizo temblar al sistema de la moda en los 70.

 

Text  Mónica Montero

 

Mucho antes de que llegara el retoque digital, durante un shooting, Guy Bourdin decidió que el mar no era lo suficientemente azul y consiguió que sus ayudantes vertieran tinta en las olas; sólo para encontrarse con que la marea se la llevaba.

Varios fotógrafos sobresalen por su maestría, pero ninguno ha revolucionado la fotografía de moda como el venerado francés Guy Bourdin.

A simple vista sus imágenes destacan por colores saturados, precisión compositiva e inconfundible estilo. Para Bourdin una buena primera impresión no era suficiente. Él pedía a la mirada que explorase hasta dar con la punzada de la narración. Fue un protegido de Man Ray y la influencia del surrealismo en su obra está patente, buscando divertir y a la vez intrigar, atraer y también perturbar, cuestionar todo prejuicio. También impregnaba sus fotos con una narrativa propia del cine negro y un erotismo decadente, casi siniestro.

 

 

 

Bourdin dotaba a sus imágenes de una innegable carga sexual. El sexo vende y en la década del 70 la unión entre moda y sexo se propagó. Contemporáneos alemanes como Helmut Newton y Chris von Wangenheim también imbuían sus imágenes con allure erótico.

Oscuridad e intriga caracterizan la sexualidad retratada por esta generación, que mezclaba el glamour del brillo y el maquillaje con elementos fetichistas. Sus fotografías eran voyeristas y hacían que el espectador sintiera acceso a lo escondido, lo retorcido.

 

Las fotos de esta década fueron altamente polémicas por representar a la mujer como objeto sexual. No es coincidencia que en esta misma época el feminismo empezase a dejar huella en la sociedad. Algunos argumentan que, por primera vez, se permitía ver a las mujeres como seres abiertamente eróticos y que esta libertad provenía del mismo movimiento feminista.

La corriente de sexualización en la moda siguió con mayor ímpetu en los 80, dando pie a las controversiales campañas de Calvin Klein; y en los 90 con las imágenes de Tom Ford para Gucci e Yves Saint Laurent.

 

En tiempos más recientes la publicidad de moda presenta una sexualidad menos descarada. Tiende hacia una seducción sutil, acorde a los gustos de millennials que rechazan lo vulgarmente comercial. Nuestra idea de sexy está cambiando.

Reducir la obra de Guy Bourdin a su faceta sexual sería perder de vista su legado. Él entendía que la mera representación del producto no era suficiente para generar deseo en el espectador. Su anhelo se despertaba de manera más eficaz con el producto inmerso en un ambiente intrigante y desestabilizante; una puesta en escena seductora.

 

Las imágenes de Bourdin siempre desconciertan. Esta cualidad le fascinaba a la editora de Vogue Paris, Francine Crescent, que dio rienda suelta al fotógrafo en los 70. Ella le permitió experimentar nuevas formas de desafiar percepciones existentes. Mientras que Grace Mirabella de Vogue USA publicaba fotos complacientes, Crescent se inclinaba por las que cautivaban, intrigaban y escandalizaban. Ambas formas legítimas de inducir a las mujeres a comprar, fin último de una revista de moda de consumo.

Fue Crescent quien recomendó a la marca de zapatos Charles Jourdan que trabajara con Guy Bourdin, dando lugar así a una serie de imágenes que transformarían el lenguaje visual de la publicidad de moda. Con sus campañas, Bourdin se atrevió a mostrar el producto como cebo y convirtió el zapato en un elemento trivial de una puesta en escena teatral.

 

 

El francés fue el primer fotógrafo que fetichizó el cuerpo femenino. En particular las piernas, que bajo su foco se convirtieron en entes independientes; insignia de las publicidades de Charles Jourdan.

La representación de la mujer en el trabajo de Bourdin es ambivalente. A veces la muestra como una muñeca sumisa y otras como una fiera fuerte y dominante. Muchos identifican un conflicto por parte del fotógrafo con el sexo femenino: nunca pudo perdonar el abandono de su madre. Además, sus tres parejas más relevantes encontraron la muerte de diferentes formas; dos se suicidaron.