Paris Hilton: rubia pero no tarada
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Paris Hilton: rubia pero no tarada

Más allá del apellido, el nombre de Paris es una marca que la heredera del clan Hilton construyó entre fiestas, desfiles y negocios al son de flahes y likes. Un ícono pop que se vive transformando.

Text  Germán Pikas

 

Dicen que Kim (Kardashian) le confesó a un periodista que Paris bookeaba a sus amantes por el tamaño de su pene. Paris lo mide todo. Dicen. Dicen también que los escándalos –detenciones por posesión de drogas, cárcel, y, claro, video porno intersecto- le granjearon espesos dolores de su familia (“los Hilton”), al punto de ser amenazada con ser desheredada. Entonces parece que Paris no mide… las consecuencias. Pero dicen los leguleyos que no se puede desheredar a una hija. Dicen que otra rubia, Blake Lively, declaró hace unos años, luego de que las compararan, que no tenía nada que ver con ella: “I don’t dance on tables and I don’t like sex tapes.” Y así, la Paris, amarilla, insurrecta, advirtió que las guerras no son buenas para los negocios. Entonces decidió ser rubia y posar para las fotos. Y entonces volvió a mensurar, pero con mesura. 

Paris no es ninguna nena, ya pasó el segundo lustro de sus 30, y encima otra Paris (Jackson, la heredera de Michael) le puede hacer sombra y hasta birlarle el nombre: toda una marca y un capital a detentar. 

 

 

La heredera de los Hilton siempre ostentó una vida amorosa mediática, no menos turbulenta. El año pasado había dejado a uno de sus novios más estables, el empresario suizo Thomas Gross. Ella siempre fue tapa de revistas por los revolcones en su cuarto: Jason Shaw, Nick Carter, Doug Reinhardt, Benji Madden, y hasta el futbolista Cristiano Ronaldo. Pero la calma parece haber vuelto en el amor: el actor apolíneo Chris Zylka se enamoró de ella, y ella de él.  

Rica, trendy, osada, deseada, Paris es aspiracional. Todas queremos ser Paris, todas podremos ser Paris, al menos un instante… en Instagram. Las redes son uno de los espacios privilegiados en la construcción de imagen; ya en una celebrity orbitando por la noche VIP de Los Ángeles, ya en una chica de los suburbios. El culto al yo del día a día es uno de los imperativos de época. Y así Paris pasa sus días, como una chica cualquiera. 

Sus finas caderas, sus piernas frágiles, su mirada complaciente, disimulada, una pose siempre dispuesta al flash, sumado al gran eclecticismo en su look la convierten en un polo de atracción para marcas de moda. Paris se muestra siempre. Como sea, donde sea. Se desnuda, viste, desfila, usa el pelo con bucles, largo, o lacio midi, make ups violentos o ultra naturales, outfits simples, gorritos, tocados en plan flower power, alza su perrito faldero, Paris lo quiere todo y lo puede todo. Se fotea en su jet privado, con amigas, amigos. Ella siempre está feliz, tal como lo exigen las redes. Su vida es un gran parque de diversiones, tal como todos queremos que sea la nuestra.   

Asimismo, como muchas de las chicas que gobiernan las tendencias, Paris es polifuncional: un poco modelo, un poco DJ, un poco cantante, un poco designer, un poco CEO, un poco actriz, atenta a todo lo políticamente correcto. Paris se muestra así: dueña de sí, de su tiempo y de sus modales. 

 

 

Su lifestyle es su gran appeal para marcas que quieren explotar su imagen en jóvenes dispuestas al consumo.  La aparición de la mansión de Paris Hilton (y de ella, lógico) en el filme de Sofía Coppola The Bling Ring patenta ese querer ser como modo de vida. Y entonces, la obsesión por la fama lo es todo. Ya no son esos (eternos) 15 minutos de Warhol, lo contempóraneo es otra cosa. Atravesada la vorágine multicolor del videoclip MTV, hoy lo que vale es el like de cada día. Queremos que nos quieran con un like, y queremos que esos likes sean cada día más. Lo que implica cierta insatisfacción constante, ya que cuando la fama del like está ahí no alcanza porque, en definitiva, no se sabe bien qué es, ni qué se siente. Paris es hija dilecta de su época, banal y mediatizada, plana, no menos colorida. El carácter diletante y una vida con mucho discurso (salud, alimentación, terapias new age) pero sin rumbo son el telón de fondo de su puesta. 

Dicen que son más que billones los dólares de la fortuna con la que Paris surfea sus días. Nada mal para ser una chica como todas, que acaba de subir un post a las redes.