¿Qué nos dice el revival de la moda dosmilera?
La moda es una experiencia temporal tan fascinante como inasible. Entre su “ya no” y su “no todavía”, se encuentra su “ahora”, paradigma contemporáneo de procesos culturales y cambios sociales.
Seducción y fugacidad, conviven así en formas, colores y texturas construyendo universos estético-comunicacionales, que actúan como vehículos para expresar una época. También reformulando cualquier período pasado que, bajo el mote de nostalgia, es afirmado en un momento, para ser negado al siguiente.
Las últimas tres temporadas reflejaron el avance de señales estilísticas vinculadas a la moda exuberante de los primeros años del nuevo milenio. Esa, que se atrevió a desafiar las nociones del buen y el mal gusto con su espíritu kitsch e irreverente, en un contexto de creciente hiperrealidad.
Si la moda es un devenir cíclico cada vez más vertiginoso y fragmentario que funciona como termómetro coyuntural, ¿qué nos dice el revival de la moda dosmilera? ¿Cuáles son los estímulos posibles que desencadenaron su regreso? ¿Sería acertado continuar viendo en la moda un canal para expresar e incentivar los cambios vigentes y las proyecciones futuras? ¿O será que ha perdido su habilidad para leerlos y traducirlos?
DESPERTAR DE UNA MODA SIN RECUERDO
Si el inicio del milenio estuvo signado por un contexto social y económico mundial de crisis, veinte años después, el inicio de la década resulta un dejavú. Si antaño las crisis locales lograron alcance global, hoy es a la inversa, y vemos cómo una crisis global enfrenta soluciones locales.
Sin embargo, hay algo que no cambió ni se invirtió, más bien se agudizó: la hiperrealidad. Lógica que caracteriza la sociabilidad del Siglo XXI, a partir de la cual las personas consumen, se relacionan consigo mismas y con otras mediante interfaces programadas. Haciendo pie en el desarrollo científico-tecnológico e informático, ofrece además nuevas herramientas para la configuración de las identidades, que cual péndulo, se proyectan dinámicamente en ambos lados de la pantalla.
Estridente y provocativa, la moda en el despertar del siglo se caracterizó por sistemas de conjuntos con recortes reveladores, superposiciones, asimetrías, texturas impactantes, materialidades iluminadas y una propuesta cromática energizante. Micro minis, pantalones tiro bajo, croptops con escote halter, cruzado o strapless, botas en punta y caña alta, sandalias con tiras finísimas de punta cuadrada y un arsenal de accesorios – entre los que se destacaron las cadenitas a la cadera -, nos dan un pantallazo. Pero tres fueron los key ítems: los pantalones cargo, las gafas de acrílico envolventes en tonos cálidos y la mini bag de correa corta, transformada en fashion icon gracias a Carrie Bradshaw.
FORO 4.0
DMAG conversó con Gaba Najmanovich, Laureano Mon y Magdalena Freitas, tres especialistas en investigación y análisis de tendencias, para reflexionar al respecto.
“Las modas indumentarias del 2000 van muy de la mano de la hiperrealidad, en el sentido que los modelos de belleza empiezan a ser los modelos más virtuales. De alguna manera pueden entenderse como la asimilación de la tecnología en la vida cotidiana. Pareciera que por momentos se asumieron las estéticas de Los Sims, hay algo de estas modas que tienen que ver con el uso de las tonalidades que muchas veces son propias de las pantallas: los brillos, los filtros”, sostiene Magdalena Freitas, Diseñadora de Indumentaria y Textil (UADE), especialista en Diseño Comunicacional (FADU, UBA), docente universitaria (UB y UP) y fundadora de LAPLEBE, un espacio interdisciplinario de intercambio y pensamiento crítico.
Y vincula su regreso, en parte, a una exacerbación de esta lógica: “hay algo de lo efectista, lo artificial y lo ficticio que tenían las estéticas del 2000, que es lo que empieza a pasar hoy. Los modelos de belleza dependen de los nichos, son más cercanos a los avatares que a los propios, la gente quiere parecerse más al filtro de IG que a como es en la realidad”, explica.
En contraposición, Laureano Mon, Politólogo, co-fundador de The Sprout Studio – estudio especializado en forecasting -, e investigador de tendencias sociales para el INTI, no ve en la virtualidad una falsa identidad, sino la posibilidad de expandir la propia. “Hoy nos convertimos en diseñadores gestores. Así como expresamos nuestra identidad a través del indumento, de los objetos y de las palabras, también lo hacemos a través de lo que imaginamos, y la proyección en la virtualidad habla mucho de nuestra identidad”, afirma.
Sin duda, la naturalización de la digitalidad en la vida cotidiana puede ser una clave para entender las señales dosmileras. Sin embargo, para Gaba Najmanovich, Diseñadora de Indumentaria (UBA) especializada en Historia y Cultura de la Moda (London College of Fashion), tiene que ver más con un acto de resistencia de ciertos grupos ante la búsqueda por desmantelar los estereotipos de belleza hegemónicos, que con la exposición a la pantalla. Una vuelta a “los cuerpos tóxicamente flacos de fines de los 90s y los 2000s”. Y lo ejemplifica con el regreso del tiro bajo: “si bien entiendo la búsqueda de novedad en tanto tiro bajo, también creo que es una resistencia fuerte hacia la inclusión. Hay que ver si alguna marca lanza un tiro bajo inclusivo, me lo estoy tratando de imaginar y no puedo”, sostiene.
Aunque no descarta el desarrollo de diseños que buscan destacarse en el mundo físico y virtual, como una integración de ambos. “Si hablamos de todo lo que es holográfico, iridiscente, reflectante, texturas virtuales etc., es lo digital tratando de salir”, dice Gaba. Y agrega: “estamos viviendo en espacios que en realidad son tiempos, y al vivir en tanta pantalla, empieza a imponerse en el mundo físico, también para darnos la posibilidad de unir ambos mundos”.
A diferencia de Gaba y Magdalena, para Laureano hoy nos encontramos en una instancia exploratoria e indefinida. “A mi me cuesta todavía ver estéticas. Creo que en esta conjunción de crisis se siguen explorando o aplicando estrategias sociales para sortear las limitaciones que surgen cada día”, relata. Y plantea que “a nivel de la moda va a faltar un poquito más para terminar de dilucidar cuáles van a ser las ocasiones de uso que van a ser prioritarias, todo va depender de cuánto dure la pandemia”.
Ante la pregunta de si la moda sigue siendo capaz de leer el contexto, responde taxativamente: “La moda perdió completamente en estas últimas dos décadas su rol de ser un mecanismo y un vehículo de los cambios sociales y culturales como fue en otras épocas. Como industria que toma, observa y alienta cambios, se ha quedado atrás. Hoy se ve claramente cómo llegaron tarde a todo”. Haciendo referencia al feminismo, las minorías y la equidad social, por nombrar solo algunas causas que no fueron registradas a tiempo por la industria indumentaria. “La cosmética que es una industria conexa ha recogido estos cambios. Shiseido lanzó hace 5 años una publicidad en la cual mostraban chicos que tomaban los maquillajes y se caracterizaban como mujer para construir su identidad como quisieran. ¿La moda cuándo empezó? Ni siquiera las colecciones unisex están tan establecidas”, remata.
RECONSTRUCCIONES FUTURAS
Fragmentada cual puzzle, la moda lanza intempestivamente tantas piezas como consumidores existan eludiendo, por momentos, la whole picture. ¿Miedo? ¿Obstinación? ¿Rebeldía? Quién sabe. Lo que no cabe duda, es su inconmensurable talento para reinventarse. Y nada más oportuno que este contexto para hacerlo. Porque si la moda quiere, puede.