¿Las marcas ya no buscan diseñadores?
Por María Molina
Si fuera tan fácil Louis Vuitton, la joya de la corona del todopoderoso LVMH, no estaría tomándose un año sabático para elegir al sucesor de Virgil Abloh. ¨Sería todo más simple si sólo diseñáramos ropa y no sueños¨, dice Yves Saint Laurent en el documental L´Amour Fou. Porque no hay agitador social más efectivo que la onírica. Y esa prenda que parece un nonsense, capaz es toda una declaración de principios. “No estoy segura de que Abloh pueda tener un sucesor proveniente de la moda. Él aportó mucho más que diseño; le puso una voz cultural a todo lo que hizo¨, según Floriane de Saint Pierre, la broker más poderosa de la industria. Más que un modisto fue un ingeniero de imágenes que construyó un puente entre lo clásico y el zeitgeist del momento, reseteó la marroquinería clásica a golpes de color, cultura urbana, skate y hip hop.
Fácil. Para dirigir una marca de moda hay que ser un artesano de la confección y un geek, crear objetos para las generaciones X, Y y Z, ugly pero bellos, lujosos y sencillos, cosmopolitas pero étnicos, futuristas y retro, preppy y hipsters, athleisures y rockeros, un poco punk y otro poco cottagecore. Que sean sustentantes, no binarios, inclusivos, instagrameables y ponibles. Que le gusten tanto a Wintour como a Manuel Ginobili.
Tranquilxs. Virgil no es el primer gurú en crear comunidad alrededor de una visión alternativa en contexto ‘mainstream’. A la impertinencia con fundamento hoy se suma una urgencia por inquietar a la monarquía insider con un fuerte mensaje social. Y son varios lo que mapean los puntos cardinales del establishment derribando estereotipos. ¿Revolución o evolución?
Está claro que Gucci recurrió a Michele para alterar todos los paradigmas y capturar a los Gen Z con un discurso acorde a la ruptura generacional. Como buen nerd de fin de siglo, sus lanzamientos barren cualquier tabú y arriman la cultura italiana con la china, el Bronx y Versalles, el ghetto urbano y el boudoir. Este excéntrico equilibrio lo desplegó también Simone Rocha en el London Fashion Week, incorporando ropa de hombre en una pasarela sin género, a base de uniformes militares y faldas de tul para todxs.
Demna Gsvasalia es otro sociólogo insubordinado del vestuario. Sus trajes son una polaroid estilizada de nuestro tiempo y para él ¨bajar a la tierra es el nuevo negro¨. De manera contraria a la intuición, es su aguda capacidad de respuesta al presente aquello que lo vuelve un ideólogo de la vanguardia. Convierte la broma en un dogma viral. El alboroto que hizo con su trash bag no hizo que aumentaran los activos de Balenciaga pero sí que fuera uno de los hashtags más buscados del año.
Democratizar hoy a las casas de lujo implica incorporar la perspectiva techie. No es casual que el se sumara al área digital del grupo LVMH Ian Rogers, ex director de Apple Music, que llegó sabiendo poco de moda pero mucho del pulso virtual. Es excluyente la capacidad de evolución para ser líder. Estar atento a los impactos de las redes sociales, así como en la sostenibilidad y los derechos sociales, aceptando la diversidad étnica, corporal y desafiando el binario de género.
Todo eso reúne Simon Porte Jacquemus, que presentó su primera colección sin saber quiénes eran Margiela o Jill Sander. Su mensaje millennial es tan simple como sus prendas. El granjero francés no tenía intenciones minimalistas. Pero cuando empezó no tenía dinero y tuvo que prescindir de botones porque eran muy costosos. Y así este activista de Instagram transformó la necesidad en oportunidad, con una propuesta de ahorro que hoy articula perfecto con la cruzada sustentable. Algo en lo que también es diestra la uruguaya Gabriela Hearst, hoy a cargo de Chloé. En su último desfile anunció que iba a compensar la huella climática que generara su espectáculo con tecnología para capturar las emisiones de dióxido de carbono del aire.
Mientras que Martine Rose, Grace Wales Bonner y Telfar Clemens están entre los posibles candidatos para suceder a Abloh, la moda vive una metamorfosis inédita. El nuevo manifiesto es una revisión de los parámetros para un mercado multicultural. Exagerar el cambio es fácil. El desafío para los nuevos exponentes es sostener el discurso con un compromiso genuino que proclame: cualquier parecido con la realidad, no es pura coincidencia. Ya que sin energía creativa, emoción y comprensión social, no hay nada que vender.