IA Y MODA: ¿HERRAMIENTA O AMENAZA?
Por Erika Ingrid
La moda siempre fue un reflejo del tiempo. Y hoy, ese reflejo está atravesado por nuevos lenguajes, códigos y algoritmos.
La Inteligencia Artificial (IA) irrumpió en la industria con promesas de innovación, precisión y eficiencia. Una herramienta capaz de transformar todo el proceso: desde la idea hasta la prenda final.
En un contexto de evolución constante, la IA se consolidó como una fuerza transformadora, capaz de reescribir los paradigmas tradicionales del diseño y el desarrollo de productos.

Predicción de tendencias, asesoramiento virtual, simulaciones de texturas, siluetas y colores. La moda empieza a convivir con la lógica del dato, del algoritmo y de la inmediatez.
Pero también con una pregunta central: ¿estamos frente a una era de posibilidades infinitas, o frente al riesgo de una creatividad estandarizada?
La IA acelera procesos, mejora la precisión y amplía horizontes. Plataformas como WGSN, por ejemplo, ya utilizan inteligencia artificial para clasificar automáticamente tipos de prendas y detalles de diseño, optimizando tiempo y costos. Una herramienta eficaz, sí, pero también limitada.
Porque todo lo que se puede prever desde un sistema, muchas veces no se sostiene en la realidad. La moda no vive solo en pantallas: existe en cuerpos, contextos y emociones que la IA todavía no puede anticipar. Ahí es donde el diseñador interviene: entiende al cuerpo como su objeto de estudio, lo observa, lo interpreta y lo transforma.
Calce, peso, materialidad, detalles constructivos, adaptación de una tela a una tipología: son decisiones que dependen del ojo, del tacto y de la experiencia humana. De algo que todavía no puede programarse.

Usar la IA para acelerar procesos externos, pero no como reemplazo del criterio ni del instinto. Porque la evolución de la moda sigue dependiendo del ritmo de la creatividad humana: esa que traduce lo que pasa en el mundo real, en la sociedad, en los cuerpos que lo habitan.