El mejor lugar para fomentar la creatividad
Por Lucía Levy
El mítico bar rosarino El Cairo fue inmortalizado por el escritor Roberto Fontanarrosa en su libro La mesa de los galanes. Entre largas rondas de vermú, café y picadas, “El Negro” se inspiró para escribir cuentos que reflejan la idiosincrasia local, al menos desde el punto de vista masculino. ¿Hubiera existido La mesa de los galanes si Fontanarrosa no tenía ese punto de encuentro rutinario con sus amigos? Las charlas que surgen en reuniones improvisadas entre conocidos son oportunidades que disparan y alimentan la creatividad. Y qué mejor escenario que un bar.
El Cairo cerró durante 3 meses en 2020 y pudo sobrevivir gracias al delivery y take away, como la mayoría de los bares que no murieron con el azote de la pandemia. Hoy está abierto respetando las normas de seguridad vigentes y si bien hay movimiento de clientes y turistas, es menor que en otros años. No todos los bares corrieron con la misma suerte. Durante el confinamiento obligatorio de 2020, aproximadamente el 15% de los bares y restaurantes tuvieron que cerrar sus puertas, según estimaciones de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC). Si bien la pérdida económica es la principal consecuencia, con el cierre de estos lugares de encuentro también se pierden espacios de creatividad colectiva de artistas y pensadores contemporáneos.
El autor Steven Johnson escribe en su libro Where Good Ideas Come From, que las buenas ideas no surgen en soledad esperando que llegue la inspiración mágicamente, sino que recomienda – además de dormir bien, ejercitarse y leer -, “caminar sin rumbo”, “abrazar la serendipia” y “frecuentar casas de café y otros lugares de encuentro”. Esto se ve reflejado en la película de Woody Allen, Midnight in Paris, donde el protagonista (Owen Wilson) viaja en el tiempo a la década del ‘20 y se encuentra con lxs novelistas Scott y Zelda Fitzgerald, el escritor Ernest Hemingway, el artista Salvador Dalí y la escritora Gertrude Stein en el restaurante Le Polidor, abierto en 1845.
En la era de la hiperconectividad y de la infoxicación, las charlas cara a cara ya no son tan usuales pero siguen siendo oportunidades irreemplazables para fomentar la creatividad colectiva. Cuando la vida social transiciona hacia el mundo digital como sucedió durante la cuarentena, las oportunidades de mantener conversaciones improvisadas se limitan y con ella, la creatividad. No es lo mismo hacer una videollamada con alguien para tratar un tema en particular que dejar fluir una conversación con un vermú de por medio en un barcito típico. La mística, el sonido ambiente, los aromas, las charlas ajenas que se captan al pasar; todos son elementos fundamentales que disparan y fomentan ideas y conexiones nuevas.
En la Ciudad de Buenos Aires existen varios bares que funcionan como punto de encuentro para artistas, pensadorxs y escritorxs contemporáneos. El bar notable Varela Varelita, en Scalabrini Ortiz y Paraguay, funciona desde el ’50 y es el preferido de la ilustradora argentina Maria J. Luque. En su librito Espuma (Galería Editorial) queda claro que allí surgen la mayoría de sus obras. Otro lugar muy visitado por creativxs es el notable Los Galgos, que en 1948 se volvió mito al ser lugar de encuentro de Discépolo, Pugliese y Troilo. Hoy es frecuentado por escritorxs y artistas de distintas ramas y conserva su mística. La cantina Rondinella en Alvarez Thomas y Dorrego se convirtió en sede cool donde se puede ver a Nathy Peluso, Nico Cotton, Migue Granados o Martín Garabal.