Belleza y privilegio

Por Belu Baldelomar

La Belleza suele estar íntimamente relacionada con el Privilegio. Las redes sociales están atestadas de mujeres con botox, rellenos, cirugías, dientes blancos y alineados, uñas esculpidas, cejas tupidas, y la lista sigue. Las Kardashians son el mejor ejemplo de que si sobran los benjis ($$$ x Benjamin Franklin), podés moldear tus caderas a gusto y piacere. Entonces ¿el estándar de belleza actual deja afuera a miles de personas que no tienen la posibilidad de acceder a esos tratamientos? Claro que sí. Hasta acá nada nuevo, el tema es que cumplir con ese estándar se vuelve cada vez más importante, porque hoy más que nunca, estamos expuestxs en las redes sociales, zooms y selfies.

La apariencia siempre fue un recurso de diferenciación de clases. Durante el Renacimiento, la piel pálida era sinónimo de clase alta, mientras que la clase trabajadora que debía estar al sol en los campos, se veía bronceada. Hoy en día, es al revés, el tono dorado es sinónimo de tiempo libre y los más privilegiados usan su apariencia para comunicar ese valor social, presumiendo el acceso a determinadas marcas que los separan de aquellxs que no gozan de ese privilegio.

Según el Banco de Datos de Cirugías Estéticas de los Estados Unidos, el número de procedimientos de botox en América creció un 54% entre 2019 y 2020, y los rellenos un 75%. Es un círculo vicioso, amoldarse al standard de belleza del momento no sólo requiere de una situación privilegiada, sino que también genera más privilegio: las personas atractivas tienen un 20% más de posibilidades de ser llamadas para una entrevista de trabajo, y son percibidas con más competencias y habilidades sociales.

Claro que no estamos en contra de los tratamientos, lo que si nos preocupa es la espiral ascendente sin fin. Si bien hay un gran esfuerzo de muchxs por mostrarnxs con cuerpos reales “menos tratados”, el famoso “No soy feo, sólo soy pobre” podrá ser sólo un meme gracioso, pero declara una visión de un futuro un tanto abrumadora.