Almodóvar y la moda
Por María Molina
“A mí Prada siempre me ha parecido ideal para monja”, le dijo en “Todo sobre mi madre” Penélope Cruz a Marisa Paredes, después de compartir unas botellas de cava. Un diálogo que define la relación del cine de Pedro Almodóvar con la moda. En sus películas la ropa, además de vestir, forma parte de la conversación del día a día.
No fue el primero ni el último en crear una estética con nombre propio. En 1967 Yves Saint Laurent diseñó el vestuario de Catherine Deneuve para la “Belle De Jour” de Luis Buñuel. Pero por muy aragonés que fuera el director, el mérito de esta colaboración siempre será del cine francés.
Almodóvar es distinto. El no se conforma con usar la vestimenta como un accesorio más para la construcción de sus personajes, convierte a la ropa y a los diseñadores en ciudadanos de su universo. Sin ir más lejos, el elenco de “Matador” y el mismísimo manchego se apropiaron del backstage de un desfile de Montesinos. Y cómo olvidar la camisa de Antonio Alvarado que el personaje de Miguel Molina viste al ser empujado por Antonio Banderas desde el acantilado de Trafalgar.
Hay un antes y un después de “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. Hasta Anna Wintour dijo que existe el “Meridiano Almodóvar”: A.M. (antes de Mujeres) y D.M. (después de Mujeres). Lo que llevan puesto las chicas está considerado como el mejor legado cinematográfico de la movida madrileña de los 80. Pedro quiere que todo sea nuevo, en especial la ropa: “Tiene que parecer que está a punto de estrenarse. Debe ser como una postal, con esa atmósfera que tiene el hiperrealismo, tan cercana a la fotografía que es casi fantasmagórico e irreal”. Y reivindica el kitsch en cada detalle: los aros con forma de cafetera que usa María Barranco todavía son objetos buscados.
¨Carmen Maura abusa de los stilettos y de la falda tubo¨, opinó Susan Sontag. Pero para un personaje como el de Pepa los tacos son la mejor manera de sobrellevar la angustia. Para combatir el desconsuelo existe otro antídoto, el “Rojo Almodóvar”: nada mejor para una Drama Queen que el vestido ceñido de Victoria Abril en “Atame”, el impactante atuendo de lentejuelas que usa Miguel Bosé cuando se viste de Femme Letal en “Tacones Lejanos” o el traje que hace soñar a “La Chus” Lampreave en el film “Entre Tinieblas”. Pedro dice que el rojo no es para tímidos, sino para hombres y mujeres de carácter.
Su estilo le dice “resistiré” al paso del tiempo con la misma excentricidad que lo hace el resto de su obra. Lo logra a golpe de colores primarios y estampados que bien pueden ser flores o topos, joyas de Bvlgari y Cartier o hasta un casco futurista con cámara incluida firmado por Jean Paul Gaultier. Las prendas son una prolongación de los personajes y contribuyen a sentir “la piel que habitan”. En “La flor de mi secreto” las botas de Marisa Paredes contienen todo el peso del desamor y en “Los abrazos rotos” Penélope Cruz mira al espejo su nueva vida con un Chanel vintage del ´92 que volvió a ser ícono.
El desfile de grandes marcas es cotidianidad en loop: Max Mara, Pierre Cardin, Missoni, Armani, Marc Jacobs. Los dos últimos aciertos son imbatibles: el vestido rojo de Tilda Swinton en “La voz humana” firmado por Denma y la remera de Penélope Cruz en “Madres Paralelas” estampada con la frase «We should all be feminists¨.
La relación con los diseñadores es recíproca, no hay mejor pasarela que aparecer en una de sus películas. El adjetivo “almodovariano” para una prenda es un éxito asegurado. Y aunque en “Kika”, Rossy de Palma le diga a Verónica Forqué que no quiere ser modelo porque se estilan las caras raras, hoy ella es una de las preferidas de Gaultier. Porque ¿Quien no quiere ser una chica Almodóvar?