Positivismo tóxico
Por Belu Baldelomar
Amarse no es cosa fácil, ni es cosa de un día para el otro. Hay días en los que me levanto y me siento capáz de todo, pero hay otros días en los que me siento mal, sin ganas de nada, miro alrededor y la verdad no me falta nada, pareja, amigos, familia, trabajo… pero igual me siento mal y mi cabeza me tortura: ¡deberías sentirte bien!
En Euphoria, una serie que cala hondo en el mundo emocional de los adolescentes, Rue su protagonista relata: “El problema de odiarte a ti misma es que no puedes hablar de ello, porque en cierto punto la vida se encargará de recriminártelo”. En una de las escenas más épicas del segundo capítulo de la segunda temporada, Kat, interpretada por la fabulosa Barbie Ferreira protagoniza una situación hipotética en su cabeza en la que “influencers” la alientan que a que se quiera, a que saque su guerrera interior, que acabe con los estándares de belleza, y simule estar bien, cuando ella ni se puede levantar de la cama.
Ésta escena resume el positivismo tóxico extremo que abunda en las redes sociales, y que lo único que consigue es hacernos sentir culpables por sentirnos mal. ¿Esta bien sentirse mal”· SI. ¿Está bien sentirse culpable por sentirse mal?, NO. Mark Manson en su libro El Sutil Arte de que te Importe un Carajo (2018) escribe: «Cualquier intento de escapar de lo negativo -evitarlo, sofocarlo o silenciarlo- fracasa. Negar constantemente todo lo negativo que sentimos en situaciones difíciles es agotador y no nos permite crear resiliencia, la capacidad de adaptarnos a situaciones adversas, y aprender a desarrollarnos en nuestras vidas”.
El psicólogo Antonio Rodellar, especialista en trastornos de ansiedad e hipnosis clínica, prefiere hablar de emociones desreguladas: “Si hubiera más honestidad en cuanto a la ansiedad, tristeza, incertidumbre, frustración, miedo, nos sentiríamos más libres a la hora de experimentar todo tipo de emociones. Somos humanos y debemos permitirnos sentir todo el espectro de emociones y saber que todo pasa. Está bien mirar el vaso medio lleno, pero aceptando que se pueden dar situaciones en las que el vaso esté medio vacío y, a partir de ahí, responsabilizarnos en cómo construimos nuestra vida».
La próxima vez, cuando alguien te comparta sentimientos negativos, en lugar de apurarte a decirle que se ponga bien, tomate un segundo para escuchar y reflexionar sobre lo que le pasa. Eso es un montón.