Lo que hay que ver: Nanette de Hannah Gadsby
Lucía Levy
Hace apenas una semana atrás no conocía a Hannah Gadsby y nunca había siquiera escuchado su nombre. Hasta que dos de mis amigas más inteligentes me recomendaron que viera su especial Nanette en Netflix. Y lo hice.
Reducir a Nanette a la categoría de stand up no sólo es injusto sino que es falaz. Por que Nanette es mucho más que eso: es una lección transformadora sobre la condición humana, sobre ser unx mismx sin pedir permiso. Hay chistes, claro, pero también hay partes dramáticas en las que el enojo aflora, un enojo muy personal y justificado contenido durante años.
Hannah Gadsby (40) me hizo reír pero más me hizo reflexionar y llorar. Me identifiqué con cada una de sus palabras y luego de haberla escuchado me sentí considerablemente más inteligente. Es como si gracias a ella se hubieran desbloqueado nuevos niveles de comprensión en mi mente: una explosión de claridad.
Gadsby es australiana, oriunda de Tasmania, un pequeño pueblo en donde la homosexualidad fue considerada un delito hasta 1997. Ella es lesbiana y Nanette explora lo que significó salir del clóset en semejante contexto social y lo que hoy significa ser lesbiana. Más allá del mensaje de su monólogo, el nivel de manejo que tiene de la audiencia es abrumador. El timing, el talento para equilibrar los momentos graciosos con los reflexivos y los furiosos, sus gestos, su claridad mental.
Hannah Gadsby dice cosas como estas: “He construido mi carrera en base al humor autocrítico. Y no quiero hacer eso nunca más. ¿Porque entienden lo que significa la autocrítica para alguien que ya es un marginal social? No es humildad, es humillación. Me rebajo para poder hablar, para poder tener permiso para hablar. Y no voy a hacer eso nunca más: no me lo voy a hacer a mí y a nadie que se identifique conmigo».
Si tienen una hora libre, Nanette es la que va.