Patti Smith en Argentina
Confirmado: la artista llegará al país a fines de febrero y principios de marzo, para recitar poesía en el CCK y tocar unos temas con su guitarrista Tony Shanahan. Alivianamos la espera con nuestras obras favoritas.
Devociones (1973)
para Arthur Rimbaud. él era joven. él era tan jodidamente joven. él era tan jodido. Borracho con la Sangre de Jóvenes muñecas. risa Desquiciada. Poder. corriendo codo a codo con su visión iba su demonio. Rápidamente Metió su pija en los culos de las jóvenes muñecas. Clavó alfileres en inocentes cabezas. Mala semilla con spleen dorado. Ja Ja. él tiene la última risa. Cabellos Rubios enredados en tu aliento vital. Hidrógeno blanco. Rimbaud. Salvador de los científicos olvidados: los alquimistas. alquimia. de La. La Palabra. El poder de la palabra. Rayos de Amor. balas en el altar. ceremonias obscenas. no deja pistas probables. oro. atrás. Rimbaud blessé Rimbaud herido Rimbaud: ángel con mangas de pelo azul.[NO HAY] luz sin sombra. Rimbaud era una piedra rodante ¿son todos los profetas perseguidos? Él era tan jodidamente joven.
Dancing Barefoot (1979)
Los Rubíes de la India (1992)
Siempre he tenido una especie de mochila, poco más que un trozo de tela o cuero cerrado con un nudo. Cuando se abre, mi bolsa, valiosa compañera, presenta un mundo definido por lo que contiene: un reguero único, muy querido.
Este fardo poco corriente siempre ha sido mi consuelo, mi alegre carga. Sin embargo he descubierto que “es poco prudente encariñarme con los recuerdos que hay en su interior. Porque basta que me fije en un objeto determinado para que lo pierda o simplemente desaparezca.
Tenía un rubí. Imperfecto, hermoso como sangre facetada. Era de la India, donde son arrojados a la playa. Los hay a miles: las cuentas de la tristeza. Pequeñas gotas que de algún modo se convirtieron en gemas recogidas por mendigos que las cambian por arroz. Cada vez que clavaba la mirada en sus profundidades me sentía abrumada, porque atrapados en mi pequeño rubí había más sufrimiento y esperanza de los que uno podía comprender.
Atemorizaba e inspiraba, y yo lo guardaba en mi mochila, un paquete de amarillo papel encerado del tamaño y la forma de una cuchilla de afeitar. Me paraba y lo sacaba para mirarlo. Lo hacía tan a menudo que ya no necesitaba ver lo que estaba mirando. Por eso no sabría decir con seguridad cuándo desapareció.
Pero todavía puedo verlo. Lo veo en la frente de las mujeres. En las honduras del poeta. Lo veo en el cuello de una diva y en la palma de la mano de un desertor. Encajado en una alambrada. Una gota de sangre en un vestido de percal. Abro mi fardo y lo vacío en los surcos de la tierra. Nada: una vieja cuchara, una brújula, los restos de un walkie-talkie. Mientras extiendo la tela para tumbarme a descansar tomo bocanadas de aire tan largas como los surcos. Como para apaciguar a los espíritus; impedir que se agiten y hagan ruido.
En el anillo de la noche imposible. Todo es elástico. El cielo está de un rosa inquietante. Puedo sentir el polvo de Calcuta, los ojos perdidos de Bhopal. Puedo ver las banderas de rezo ondeando como viejos calcetines en el cálido viento irónico.
Te ofrezco esta campana
el mercader de susurros
Es sumamente valiosa
una pieza de museo, no tiene precio
No, gracias, respondo
No deseo poseer nada
Pero es una campana maravillosa
una pieza ceremonial
una campana admirable
Mi cabeza es una campana
murmuro
entre
dedos vendados
ya dormida
Gloria (1975)