La nueva feminidad
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La nueva feminidad

Por María Molina

Vestir ropa brillante, usar un escote profundo (los franceses decían: “Il y a du monde au balcon” para advertir “cuidado si sos muy exuberante”), fumar o tomar en público y no entender la belleza como la opresión encorsetada del cuerpo se convirtieron en los 12 mandamientos poderosos e innegociables en los ´50. Redactados por Edna Woolman Chase, la editora de moda más influyente del momento, incumplirlos implicaba quebrantar leyes de estilo capitales.

Este manifiesto proponía disciplinar la feminidad como un símbolo de afluencia y modernidad para las chicas de la época. Con antecedentes como el de la nadadora Anette Kellerman, que a principios de 1900 delinquió mostrando sus piernas “imperfectas” en público; gracias a Coco Chanel, que liberó a las mujeres del corset y al activismo anti estereotipado de Vivienne Weestwood, se fueron rompiendo los límites del género.

Ad portas de una ruptura en los cánones, la Heroin Chic Kate Moss y la dinastía de las supermodelos seguían dando cátedra sobre cómo había que ser y también lo que no se podía ser. Es decir, inteligente y femenina.

Las reglas cambiaron y existe un antes y un después de la generación Y. Se puede decir que el despertar hiperfemenino es una cortesía de las millennials. Además, alguien tenía que limpiar la imagen de la moda: “No le tengas miedo a la belleza”, declaró Giambattista Valli antes de mostrar su última colección. Y Emilia Wickstead inspiró sus prendas en la escena de la pecera tropical del film Romeo + Juliet de Baz Luhrmann que protagonizan Leonardo DiCaprio y Clare Danes. Por otro lado, Saint Laurent reivindica la sensualidad de los vestidos ajustados: si son de látex y colores vibrantes, mejor.

A la cabeza de un tsunami de tutoriales de maquillaje, recorridos virtuales de compras y un interés por el bienestar hay mujeres que no se disculpan por ser femeninas, vestirse de rosa o usar brillantina. Prescribió el concepto guilty pleasure.

Si bien esta nueva generación se parece bastante a la de las que crecieron queriendo estar bien maquilladas y al tanto de las novedades en moda y belleza, hay una salvedad: no son todas esbeltas ni delgadas; tampoco rubias con ojos azules. Tienen curvas, se enorgullecen de su identidad, hay queer, trans y no binarios. La estética Y2K y girly-girl hoy toma los mejores aspectos del lenguaje femenino de esta década y los vuelve inclusivos.

La evolución recorrió infinitas millas en tiempo récord. No es casual el auge que generó el rodaje de la película que protagonizan Margot Robbie y Ryan Gosling. El Barbicore ya tiene su hashtag con más de siete millones de visitas en TikTok y se convirtió en la frase más buscada en Google Trends. Dua Lipa, Zendaya y Anne Hathaway se visten de rosa Valentino mientras Machine Gun Kelly cuenta su vida en el documental Life in Pink.

Los tiempos cambiaron y todo el mundo puede volver a gustar de un corset como el de María Antonieta y el brillo de labios. Se abrazan otra vez las indulgencias femeninas sin el equipaje tóxico de la banalidad. La sociedad hizo -y continúa realizando- un ajuste de cuentas sobre la equidad de género, la positividad corporal y la raza. El discurso sobre los cuerpos de las mujeres ya no es tan aceptable. Al menos parte del desdén que inspiraba la hiperfeminidad de antaño se purgó con movimientos sociales dejaron marcas indelebles en la forma en que la hablamos de inclusión y humanidad. Y cambiaron las conversaciones culturales respecto a lo que implica sentirse y verse bien.

Una nueva generación puede disfrutar de la moda y el maquillaje con otra génesis que está ampliando lo que significa ser mujer, ser femenina, e incluso feminista.